Flotas en el mar de la vida, sin un rumbo ni dirección, sientes la brisa en tu piel, pero no hay emoción.
Las olas te arrastran sin cesar, y tú te dejas llevar, no hay pasión que te haga vibrar, ni fuerza que te haga luchar.
La apatía te domina, y te sumerge en la inmovilidad, la vida pierde su chispa divina, y te hunde en la oscuridad.
La apatía es una forma de insensibilidad o de abandono frente a la vida.
Te vuelves indiferente y no pierdes rápidamente cualquier motivación. O no tienes energía o simplemente se pierde entre tus dedos.
Suele acompañar a un golpe emocional, un traumatismo o a cualquier otra situación negativa que te quita toda tu alegría de vivir, y por ende golpea fuertemente lo que tu mente define como 'tu razón de estar en este mundo'.
La apatía se convierte sin que te des cuenta en el patrón de comportamiento dominante.
Puede que estés intentando huir desesperadamente de una situación. Quizás por falta de motivación, de alegría o por miedo a ser decepcionado.
Rechazas ver o sentir lo que está sucediendo dentro de ti y a tu alrededor. Esto te conduce a cierto grado de insensibilidad, buscando protegerte.
La apatía puede también estar vinculada a la vergüenza profunda y a la culpabilidad.
Intentas así hacerte insensible a las emociones que pululan en tu interior. Pero también te desvinculas de tu divinidad.
¿Puedes llegar a aceptar que lo que suceda en el mundo y lo que sucede en tu exterior no te define? Así puedes abrirte a nuevas experiencias y descubrir nuevas vías que te conduzcan a conocerte mejor y a vivir la vida de otra manera.
En lo profundo de tu ser, aún hay una llama que brilla, una fuerza que te permite crecer, como lo haría una semilla.
Si dejas atrás la inercia, y abrazas la vida con intensidad, sembrarás pasión, liberando tu esencia y tu energía.
Desencripta tu mente, descodifica tu realidad.
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La alternativa es la toma de conciencia.