El parto o alumbramiento es la final de un embarazo y el momento del nacimiento de un nuevo ser. Puede llegar a ser una de las experiencias de transición más 'traumatizantes'.
Es un fenómeno natural: Tú, mujer, entregas al mundo al ser que llevas en tus entrañas.
Los dolores del parto pueden estar conectados a diversos miedos, sobre todo el de sufrir y el de 'dar a luz', o al dolor acumulado con relación a tu propio niño interior.
Las dolencias o los sufrimientos también pueden proceder del hecho de que el niño que va a nacer te recordará constantemente la realidad y la responsabilidad que vas a tener con relación a tu niño interior.
Puedes alimentar inquietudes frente a esta parte tuya compuesta de tu carne y de tu sangre de quien tomas la responsabilidad.
En esta situación, como en muchas otras, el parto trae diversas creencias más o menos fundadas, como por ejemplo, el que 'para parir hay que sufrir' (aunque las combinaciones son infinitas: 'para ser guapa hay que sufrir', 'para ser delgada hay que sufrir', 'para ... hay que sufrir'), lo que no necesariamente es cierto, sobre todo en los planos de conciencia superiores.
Los dolores pueden más bien traer a ti, sobre todo inconscientemente, el recuerdo doloroso de haber pasado del mundo de la luz al mundo limitado y denso de la materia (en un cuerpo físico).
No es de extrañar que las mujeres bajo siglos de patriarcado, alejadas de su sintonía interior, no quieran parir. Es lógico, ya que si tu útero está rígido ... duele.
Muchas mujeres no han sido abrazadas ni acunadas por su madre, porque a su vez no habían sido acunadas por sus abuelas y así por generaciones y generaciones de mujeres que han perdido todo vestigio de blandura femenina. Por eso cuando llega el momento de parir duele el cuerpo entero, por la inflexibilidad, el sometimiento, la falta de ritmo y de caricias.
En resumidas cuentas el dolor es odio lo que se siente desde tiempos remotos por ese cuerpo que sangra, que cambia, que ovula, que se mancha y que es inmanejable.
Siempre según Laura, nacemos de madres reprimidas por generaciones y generaciones de mujeres aún más reprimidas, rígidas, congeladas, duras, paralizadas y temerosas de acariciar.
El cuerpo femenino se ha considerado durante mucho tiempo como algo bajo e impúdico, vinculado a las pulsiones sexuales malignas y a la totalidad de las sensaciones corporales, indeseables.
En el siglo XX las mujeres cedieron el último bastión del poder femenino: el parto. Perdiendo ese pequeño rincón de sabiduría ancestral femenina. Generalmente ya no hay más escena de parto.
Ahora hay mucha tecnología, máquinas, hombres, tiempos programados, drogas, pinchaduras, rasurados, 'torturas en silencio', amenazas, resultados, miradas invasivas, y miedo, claro, mucho miedo.
Obviamente la tecnología ha sido clave para la supervivencia de mujeres y niños cuando se presentaban circunstancias adversas en el momento del parto, pero el precio de la 'industrialización del parto' no es pequeño.
Laura Gutman
Varias preguntas pueden hacerse presentes de forma insistente y perniciosa: ¿Qué pasará después del nacimiento de este hijo? ¿Seguirás siendo tan deseable para tu cónyuge? ¿Serás o eres una 'buena madre'? ¿Tiene o tendrá tu hij@ todo lo que necesita?
¿Es posible que no desees dar a luz porque estás viviendo un estado de felicidad, en el que eres amada y más mimada por tu entorno que nunca?
Si un niño no ha sido realmente deseado, en el momento de su concepción, su habilidad para producir nuevas ideas y llevarlas a cabo (desde su genio creativo) se puede ver temporalmente limitada por falta de confianza en sí mismo.
Si durante el embarazo, una madre presta atención a sus necesidades individuales, la criatura que lleva en su interior aprenderá esto durante esta fase de su vida y quedará impreso en su vida.
Sin embargo, si la madre pierde la confianza en su propio cuerpo, transfiriendo todo su poder al cuadro médico o a los allegados, el bebé puede que nazca en un ambiente clínico muy seguro, pero no respetará sus necesidades emocionales, psíquicas o espirituales: el niño no aprenderá a confiar en su sabiduría interior.
Si en el momento del parto la madre no se siente apoyada por una figura masculina (en sentido amplio) o la madre no da la bienvenida al recién nacido, éste no sabrá en quién confiar y se sentirá inseguro y confuso.
Por otra parte no es infrecuente que las mujeres sientan vergüenza y culpa por no sentirse satisfechas con el embarazo o con la maternidad. Y a esto deben sumarle el aislamiento o la crítica de otras mujeres. La presión de los estándares, a menudo poco realistas, sobre lo que significa ser una 'buena madre' son fuentes de mucho estrés.
Poco importa las preguntas, las dudas o las emociones contradictorias que ronden tu mente ... dar a luz puede ser una buena experiencia.
¿Cómo sería permitirte mostrar tu habilidad para enfrentarte a los momentos de transición y cambio?
Puedes tener fe en ello, sabiendo que tienes toda la fuerza y la energía necesarias para traer a tu hij@ al mundo y cuidarl@ adecuadamente.
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